3 ago 2016

Europa y sus libros

El mes pasado estuve en Europa. 

Atravesé gran parte del continente en un lapso de treinta días y con la compañía de dos amigas que entienden que parte de mi cabeza está dedicada a pensar sólo en libros.

Vi maravillas, me encontré con otras culturas, otros idiomas, nuevas comidas y sabores, música bastante conocida y gente muy amable.
Y me encontré con libros y, sobre todo, con que allá también valoran la palabra escrita, la veneran y la atesoran.

Así que en un intento por compartir algo de todo lo que recibí y descubrí allá, armo este post con mis encuentros literarios en Europa (en orden de llegada, sin ánimos de armar un ranking, porque cada lugar me dejó un sabor distinto y unas ganas diferentes de sentarme a leer y a escribir).

1. Librería Acqua Alta
Venecia, Italia.

Era uno de esos mitos que se leen en las listas de Buzzfeed ("Las 10 mejores librerías del mundo"; "Librerías que todo booknerd debería conocer", etc, etc.). Las fotos que había visto inflaban aún más ese estatus mítico. Se veía preciosa e inverosímil, una librería condenada por su ubicación tan baja y cercana a los canales, tan vulnerable a las crecidas del agua, que, sin embargo, había hecho de su gran debilidad, su mayor atractivo.

Y es todo eso. 

En la entrada hay un cartel que anuncia que se está por entrar a la librería "más bonita del mundo". Sus pasillos son estrechos pero porque a los costados se alzan paredes altísimas de libros apilados unos sobre otros. Están sobre mesas, barcos, góndolas y bañaderas; recostados sobre cuadros, hechos escaleras, funcionando como almohadas de gatos. Todos en italiano y todos impregnados de un aroma húmedo.

Su mayor tesoro es un rincón con dos sillas y un silloncito desvencijado que da a una puerta sin puerta que desemboca en el canal. El agua lame el borde y amenaza con entrar en cualquier momento. Sin embargo, los libros ahí también se asoman desde las estanterías y desafían el peligro del agua. Sentarse a leer ahí, acompañado por el chapoteo de las pequeñas olas contra la piedra y los murmullos de las góndolas que pasan cerca es como estar dentro de una de las historias que encierran los libros de ese lugar.


2. Internationale Jugendbibliothek
Múnich, Alemania.

A esta biblioteca, que está ubicada en el Schloss Blutenburg, un castillo completito, la tenía en la mira hacía tiempo. Es la mejor biblioteca (y también la más completa) de literatura infantil y juvenil. 

No está en el corazón de Múnich, hay que tomarse un tren y un colectivo para llegar. Pero está en una zona residencial tan preciosa, y los jardines que rodean el castillo (y que ahora son parque) están tan cuidados que resulta placentero hacer el viaje para visitarla.

Que una biblioteca esté dentro de un castillo es un sueño casi equiparable a la biblioteca de la Bestia en la película de Disney. Resulta muy especial considerar que allá ese es el lugar que ocupan los libros.


Pude visitar poco, porque una parte estaba cerrada cuando fui, pero el ambiente es tan calmo y el silencio del castillo tan respetuoso que dan ganas de quedarse leyendo y estudiando las historias de esos libros. 

Quiero volver.

3. British Library
Londres, Inglaterra.

Era una tarde húmeda y calurosa y caminé hasta allá. No esperaba un edificio rectangular y escondido. Tampoco esperaba entrar y encontrarme con una biblioteca en el medio, alta, que atravesaba todos los pisos como un árbol que no pudo evitar crecer, rodeada de vidrios. Esa es la biblioteca del rey y nosotros, aldeanos pobres, sólo podemos admirarla por afuera.

Hay muchos pisos y cada uno tiene alguna temática. Hay también sillas, mesas y sillones por todas partes. Todo invita a quedarse estudiando, charlando, leyendo. 


En la planta baja, un pedazo de cielo: los tesoros de la biblioteca, que abarcan desde la Biblia de Gutenberg hasta manuscritos de Jane Austen y canciones de Los Beatles. No se permite sacar fotos y la sala está inundada de un silencio contemplativo que hace más sencilla la tarea de absorber semejantes maravillas con los ojos.

Me quedé un buen rato. Me senté entre estudiantes y merendé con los ojos clavados en la inmensidad de la biblioteca del rey. Y pensé que podría vivir ahí adentro, para siempre.

4. Shakespeare & Co.
París, Francia.

Otra librería que también es parte de las listas de Buzzfeed. La más linda, la más artística, la más mítica, la más, la más. Había escuchado mucho sobre ella y sus joyas escondidas. 

Y está llena de libros hermosos, y tiene una sala de lectura con algunas ediciones muy antiguas que no se venden. Y, sí, hay un piano, libre y disponible para quien se anime a acariciar sus teclas, y hay colchones por todas partes. 

Y lo que está, lo que más me conmovió, fue el aire, el ambiente, que hablaba de un respeto profundo y absoluto no sólo por la lectura sino, y quizás especialmente, por la escritura. Mientras recorría los pasillos angostos tuve la sensación de que ahí también, encerrados en las páginas de esos libros, estaba la sed de sus autores, el anhelo y la pulsión por escribir que habían tenido y que habían dado como fruto esas mismas historias.


Había un rincón, pequeño y abarrotado de libros, con una máquina de escribir. Ahí se podía dejar un mensaje o sentarse a leer los papelitos pegados a la pared y el techo. O sencillamente sentarse y estar. En ese ratito de experimentar con la máquina y el papel, de jugar a ser una escritora antigua, de animarme a dejar mi huella en ese pequeño rincón de París, sentí que esa sed de escritura (de arte libre, de creatividad, de imaginar y no calcular) también se me pegoteaba en el corazón. 


Durante todo el viaje entré a muchas librerías más y me compré unos cuantos libros (mi valija lo sintió). Estos cuatro lugares representan la sensación que me atravesó todo el mes: la maravilla de descubrir (y confirmar) que leer es un tesoro de todos, que escribir es un regalo para todos. Que no importa dónde se esté en el mundo, contar una historia es siempre un momento especial, de magia, de comunión.

Mi viaje se terminó, pero me quedan los libros, las anécdotas y esta sed insaciable por escribir. Acá empiezo.


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